Hace pocos días que el presidente de Castilla y León Alfonso Fernández Mañueco anunciaba en las Cortes que el procedimiento para la supresión del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones iba a retomarse “de manera inmediata”. Por fin parece que esta vez sí, los castellanos y leoneses vamos a dejar de tributar por el impuesto –quizás- más injusto que existe.
Este impuesto grava los bienes que se adquieren, bien por donación o bien por herencia, de familiares que ya han pagado por ellos, y es especialmente injusto en aquellos casos en los que se transmiten vía “mortis causa”.
De hecho, gran parte de la doctrina viene argumentando en los últimos años la injusticia de este tributo (¿podemos aportar razones didácticas? Que hemos pagado ya…), un impuesto que apenas existe en Europa y que en España ya no está vigente en la mitad de las Comunidades Autónomas. En nuestro caso, Castilla y León, además apenas supone el 0,35% de la recaudación tributaria de la Junta.
Hace más de un año, estaba todo preparado para su eliminación en las Cortes regionales, pero la pandemia, y más concretamente los pactos derivados de la pandemia, paralizaron el proceso.
Lo ideal para ser justos es que la supresión pudiese tener efectos retroactivos precisamente por no pagar dos veces o incluso tres, como decíamos, y así evitar el mal trago de aquellas familias que, además de sufrir la pena de la pérdida de sus seres queridos, además han de pagar este impuesto “sobre los muertos”.
Desde EFCL entendemos que sin este impuesto ya no existirá el agravio comparativo que ahora padecemos con otras Comunidades, cuyos habitantes parecen ser de primera categoría respecto a los castellanos y leoneses. Tengamos en cuenta que el éxodo de personas y empresa a Madrid no ha parado en los últimos años. Por ejemplo, en 2019 trasladaron a Madrid su domicilio casi 200 empresas de las aproximadamente 300 que decidieron marcharse.
Otra consecuencia positiva es que la existencia de este tributo ya no será un argumento por el que nadie se plantee trasladar el domicilio fiscal fuera de nuestra tierra.
Y lo más importante: todo ello posibilitará que haya una mayor generación de riqueza y empleo en Castilla y León, un objetivo prioritario para nuestra asociación y nuestras empresas. Pues está demostrado que, por ejemplo, arreglar la entrega de bienes a los sucesores mientras uno vive ahorra muchos conflictos y figuras como las comunidades de bienes que, además de limitar el crecimiento, son fuente de conflictos.
Más allá de este impuesto, el debate profundo que tenemos pendiente en nuestro país gira en torno al sistema impositivo general. Lo que necesita Castilla y León y España es un análisis sobre qué fiscalidad es la adecuada para generar riqueza, empleo y sostener nuestro sistema del bienestar.
Bajo nuestro punto de vista, aquellos impuestos que limitan o incluso impiden la inversión, el emprendimiento y la capacidad de apostar por el riesgo, son una lacra para la actividad económica y para la prioridad absoluta que hoy no es discutible: la creación de empleo que es lo único que genera crecimiento y garantiza el estado de bienestar sostenible.
A modo de ejemplo, el Impuesto sobre el Patrimonio solo queda vigente en España. Este impuesto, que condiciona la bonificación en el Impuesto sobre Sucesiones para la empresa familiar, no existe en 26 de los 27 estados de la Unión Europea. Si tan “europeístas” somos para algunas cosas, más vale que también copiemos otras.
En nuestra tierra de saber, tierra de sabor, debemos apostar por facilitar la actividad empresarial, el movimiento económico, y facilitar las iniciativas transformadoras. Precisamente desde Empresa Familiar de Castilla y León abogamos por un sistema de bonificaciones fiscales que ayuden a la inversión y a animar al emprendimiento.
Tenemos de todo lo que necesitamos para tener éxito en Castilla y León, sobre todo personas bien formadas y empresarios de raza. Con la tecnología necesaria y con un sistema normativo que no destruya ilusiones, seremos capaces no solo de salir adelante, sino de ir más rápido que los demás.
De momento, hemos dado un pasito con el anuncio de la supresión del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones. Y es que más vale tarde que nunca…Pero que sea, y cuanto antes.
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