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¿HAY ALGUIEN AHÍ?

Creo que todos podemos estar de acuerdo en que la crisis del Covid-19 es un problema gravísimo y, por tanto, muy difícil de gestionar para cualquiera, tanto a nivel sanitario como económico. Entiendan por cualquiera a cualquier Gobierno al que le hubiese tocado gestionar esta patata caliente. Pero no es menos cierto que en la mano de los responsables políticos está el responder de un modo u otro en lo relativo a la gestión de esta amenaza. Porque tal como dice Fernando Savater, “no somos libres de elegir lo que nos sucede, pero sí lo somos a la hora de afrontar de un modo u otro lo que nos sucede”.

No entraré en esta líneas a valorar la idoneidad de los momentos ni las medidas concretas. Entiendo que son tiempos difíciles también para tomar decisiones políticas y que todos hemos de realizar el esfuerzo de estar unidos en esta terrible situación. Pero no puedo dejar de pasar por alto algo que me preocupa e incluso reconozco que me aterroriza: el concepto de empresa de este Gobierno, especialmente de la ministra de Trabajo.


Cuando escucho y leo declaraciones tales como “no vamos a permitir que nadie se aproveche de esta crisis”, “no se puede utilizar el COVID para despedir” o “revisaremos todos los ERTES para evitar el fraude”, etc, me entristece, me duele, me indigna. Al final, lo que se esconde -ya no tan veladamente- es una visión de la empresa, del empresario, tan injusta como alejada de la realidad.

La empresa es un bien común y hoy en día un bien escaso al que hay que defender y entender como esencial para el desarrollo social y económico de nuestro país. Los empresarios no quieren despedir, sino todo lo contrario: quieren contratar mucho y bien, puesto que es la mejor señal de que las cosas marchan de modo positivo. El empresario (perdón, y empresaria, por si algún tonto se ofende) es el primero de los trabajadores, el primero al estar al frente del resto del equipo. Me cuesta comprender por qué algunos se empeñan en enfrentar ambos conceptos cuando no hay tantas diferencias. Quizás el riesgo es la única, y no conviene sacar pecho puesto que es una circunstancia correlativa al emprendimiento. Porque a nivel de trabajo, tanto empresarios o trabajadores son esenciales para nuestro bienestar, para nuestras familias.


La empresa, y en particular la empresa familiar, debe ser parte de la solución, y no es el problema. Puedo entender que algunas ideologías se encuentran cómodas en el enfrentamiento conceptual y que encuentran su sentido en el anti. Pero también pienso que la inmensa mayoría de la sociedad entiende que la figura de le empresa no está en entredicho. Lo que no tengo tan claro es que esta inmensa mayoría de la sociedad dé el paso a pensar de modo activo que no sólo no está en entredicho, sino que además la figura de la empresa en necesaria y solidaria.

Está muy bien recibir mensajes de ánimo en general o decir que “de ésta saldremos juntos”, etc, pero más importante son que los hechos acompañen al bla, bla, bla. Estamos entrando en una España dividida en dos: lo que van a cobrar a fin de mes y los que no; las empresas que sobrevivirán y las que no. Para evitarlo, es ahora cuando han de tomarse las medidas adecuadas de cara al día después, que será duro para todos. Por eso me pregunto que si hay alguien ahí, por favor que dé la patada y entre, con liderazgo y firmeza, a tomar decisiones prácticas y sin la ideología de fondo. Si hay alguien, por favor que levante la mano.

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