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El año de la pandemia

Me parece es un buen momento para revisar el fin de año. Un año único en nuestras vidas, que ha influido y seguirá influyendo en todo el planeta. Duro muy duro, con muchas sombras, pero con alguna luz. Permítanme compartir con ustedes este análisis y algunas conclusiones.

Lo más doloroso, sin duda alguna, son los fallecidos. No nos saben decir a ciencia cierta una cifra, pero en cualquier caso son más de 50.000 personas. Cada una con su historia, sus sueños, sus esperanzas, su futuro. Por ello, recuerdo aquel día en el que el Gobierno de España presentó la campaña Salimos más fuertes. “Sí, sobre todo los muertos”, pensé yo. Pues por ahí debe seguir el ocurrente y el aplaudidor del lema. Después de los fallecimientos, el siguiente punto de análisis es la gestión de la crisis. Nos pilló el toro en marzo, aunque está por ver si los gobernantes ya tenían información sobre lo que nos llegaba. Sin duda más luces que sombras. Al principio fue el caos. La coordinación entre Gobierno central y las comunidades autónomas fue un desastre. La mala compra de EPIs, las medidas sanitarias, etc. Demostramos ser un país con una Administración fallida. Después del verano, ya no era sorpresa. Quizás lo que más llame la atención es la inexistencia de un Plan País ante un problema de toda la nación. La guerra, cada comunidad autónoma, por su cuenta. En otro orden de análisis, la pandemia ha confirmado que hay 2 Españas, la cosa pública y el sector privado. El esfuerzo de unos y de otros en la respuesta a la pandemia ha sido exageradamente desigual. Parece que solamente las empresas -privadas- están pagando el pato económico de las terribles consecuencias de la pandemia. Si fuera un partido de fútbol, la goleada es de escándalo. Los locales 0 ERTES, 0 liquidaciones, 0 fusiones, 0 bajada salarial. Los visitantes,... Es difícil suponer que, si en la mayor situación crítica que ha tenido nuestro país desde la Segunda Guerra Mundial, el sistema es incapaz de cambiar, de adaptarse, de empatizar, lo lógico es concluir que ya no vamos a poder cambiar nada. El sistema ha engullido a los ciudadanos y al sistema mismo. Se ha ido creando un monstruo al servicio de sus propios intereses. A nivel más específico de Castilla y León, si tengo que subrayar una decepción particular durante la pandemia, me quedo con el hecho de que el Gobierno regional no cumpliese su palabra y no eliminase en su momento el Impuesto sobre Sucesiones. Incumplir la palabra está muy mal, especialmente si quien lo hace es un gobernante público. Y sacar dinero de los fallecidos durante la pandemia me parece algo horroroso. Como hasta en las desgracias se pueden sacar lecturas positivas, me quedo con 2 cosas: por un lado, la parte solidaria de las personas. Es increíble ver cómo nos ayudamos los unos a los otros cuando es necesario. Primero cuando no había material en los hospitales, luego cuando escaseaba la comida y ahora igual. Hay mucha personas buenas que ayudan, dentro y fuera del sistema, muchos de ellos anónimos. Muchas gracias a todos. La segunda variable positiva es la respuesta empresarial: lucha, resilencia, anticipación. Es cierto que muchas han caído y caerán (el año 2021 se augura de aúpa), pero la lección de trabajo de empresarios y trabajadores ha sido excepcional en un momento tan crítico como éste en el que lo más sencillo es rendirse y bajar los brazos. Transformación, el reto. Teconología, la herramienta. Y resilencia, la actitud. No será tan fácil doblegarnos, incluso con fuego amigo.

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