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EMPRESARIO

Un homenaje a todos los empresarios


Empresario, qué palabreja. Amada por unos, desconocida por otros, irreconocible por algunos y vilipendiada por unos pocos. Permítanme compartir con ustedes lo que yo pienso. Empresario es crear, tal Picasso o García Márquez, imaginar y hacer cosas nuevas; no es el dinero ni el éxito lo que les mueve sino la creación, el crear por crear; lo que llegue son meras consecuencias. Empresario es ser inquieto, siempre en constante búsqueda de lo que queda por descubrir, como Hernán Cortés, siempre a la caza de nuevos mundos, de nuevos retos. Empresario es sinónimo de lucha, nunca deja de creer -como El Cholo Simeone-, aguanta de pie en los malos momentos y celebra los éxitos con humildad. Empresario es el primer trabajador de la empresa, siempre con el ejemplo por delante, como Luis Aragonés que llegaba el primero al campo.


Maldito el momento en el que alguien encontró su modo de vida en el enfrentamiento empresario-trabajador, cuando esa distancia casi nunca es tal, en tantos casos todos apuntan hacia el mismo sitio. Empresario es querer a la empresa como a un hijo, es un sentimiento difícil de entender por los que no son llamados a la aventura del emprendimiento, sentimiento tan fuerte como el de ser de tu equipo de fútbol, porque en la vida "hay que ser de algo" y los empresarios "lo son de su empresa". Empresario es generosidad, porque deciden dar -qué gozada-, servir a tu país generando riqueza y trabajo. Ser empresario es tener la cabeza en las nubes visionando otros mundos, anhelando contribuir a los Better days que pregonaban los genios de Gun.


Empresario es sentir, y hacer sentir, como Loquillo en su Cadillac solitario, es llorar y reír, como aquellos penaltis en Milán, es vivir con pasión un proyecto de vida, como Gaudí y su Sagrada Familia, nunca por terminar la obra cuando el camino es lo que es relevante. Empresario son valores humanos, qué lejos queda aquella época del puro, chistera y monóculo, porque hay que hacer las cosas, pero hay que hacerlas bien, no vale todo. Empresario es fracasar, sí, quizás una palabra maldita y poco utilizada, pero tan real como la vida misma, "fracaso, luego aprendo" o "tropiezo, adelanto el doble", son frases que podría haber firmado el mismo Hobbes. Empresario es marchar y regresar de nuevo, como Futre o Torres, y parecer que nunca hubo abandono porque el que es algo, lo es siempre aunque se tome un respiro. Empresario es estar con la gente, salir de tu despacho, hablar con tus colaboradores y los clientes -me sobreviene el gran José María-, ser uno más del puzzle de la humildad, la más difícil virtud del sabio.


Empresario es tener compromiso con una tierra, da igual la que te vio nacer o la que te acogió, siempre viajando pero anclado a la vez en las raíces, ahí está la verdadera patria. Empresario es, sobre todo, trabajo, porque algunos elegidos tienen la fortuna de confundir el trabajo con lo que de verdad le gusta hacer y porque "lo que con mucho trabajo se adquiere, más se ama" que decía Aristóteles. Empresario es una persona sin duda afortunada, porque elige lo que quiere hacer, lo que quiere ser, sin especulaciones, con el arma del largo plazo bajo el brazo. Empresario era Manuel Estévez Ramos, mi padre.

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